jueves, 14 de marzo de 2013

Debido a un viaje de trabajo viajé a Colombia y le dedico estos versos

Ciudad caracol
Los nubarrones invaden la noche
Y sus mulatas colándose
En nubes vaporosas
Se enroscan a las cúpulas del cielo
Laberintos  de calles amarillas y doradas
Desembocan en la herida brillante de una playa.
Atrás quedan-hace unas horas-
Bocinazos, súplicas, gestos obscenos
Todo es quietud, se detiene mi aliento
Al mirarte,Cartagena
El turquesa de tu mar
El  olvido del hambre
La amabilidad de tus gentes
Flotan en el Chagall de mi mente
Conmigo llevo coloridas cuentas, dulces flotantes
Bocas, dientes rotos
Voces perezosas y cortantes
En tus frondosos patios
Latió mi corazón
Galopando entre estatuas, jaulas locas y aljibes
Todo es quietud, se detiene mi  aliento
Al mirarte, Cartagena
Racimos de aterciopeladas plantas
Gritan desde balcones con fucsias y escarlatas
Son tus plazas, turquesas
Y tus calles tornasoladas
Se adornan con  mujeres y sombrillas de plata
De vez en cuando una fachada azul
como un tajo se brinda
En las inmaculadas hileras de casas
Las palomas de tus plazas
Su inquietud, la magia de su vuelo
aletean para siempre
En mi alma de Uruguaya
¡Adiós  ciudad  caracol!
Todo es quietud
Se detiene mi aliento
Al mirarte, Cartagena.

lunes, 10 de octubre de 2011

Las monadas de Valentina

Hoy es el dia de la “salud mental” y por esta razón cuelgo este cuento que versa sobra la locura. Nuestras vidas se hallan plagadas de locura, la de los locos y la de los no tanto. Si los “normales” no nos dejáramos controlar por nuestra mente, éste sería una planeta mucho más feliz. Por eso les entrego esta historia y que los haga reír.
Las monadas de Valentina
Paula Stewart
La familia Zángamos era lo de más tradicional.  Excepto por uno de sus miembros: mi amiga Valentina.  Hasta el pelo marcaba una diferencia con los demás: motudo y enrulado; ascendiendo hacia el cielo cual grito.  Su pelambre rojiza le atribuía un aspecto estrafalario que se acentuaba por su tamaño –inusual en el pueblo Oriental.
-“No sabés lo que me pasó hoy en el bondi.  Iba colgada del pasamanos y vino un mamado.  Me miró…me miró.  Después empezó a gritarme, la voz gangosa: vos sos un macho, no me engañás, sos un macho” – me contaba.
Reconozco que en ella todo tenía un tinte de rareza.  Un cuarto lleno de fetiches que semejaba un museo.  Amigos melenudos y harapientos, nada agraciados.  Una boca de negra que desafiaba sin querelo.  Pero además, Valentina usaba pollerones largos, sacones de hombre y a veces, unos sombreros que la volvían todavía más llamativa.  Los Zángamos, muy formales, se desesperaban.  Su personalidad me fascinaba.  Esas pasiones y constantes cambios me hacían sentir aburrida e insípida.
Un mes se convertía en yogui y pasaba el día meditando.  A veces al entrar a su cuarto por entonces, la encontraba en posiciones nada ortodoxas.  Las piernas enganchadas detrás del cuello, el resto del cuerpo apoyado sobre las manos mientras se balanceaba como un gran medallón.
Al siguiente mes se dedicaba a fabricar muñecos.  Tamaño natural.  En un material esponjoso que les confería aspecto de reales.  Así que en este período, la casa se llenó de estos invitados ausentes que descansaban por doquier.  Un día entré al living y saqué a uno de los títeres para ocupar el asiento.  Casi me desmayo cuando me dijo:
-“Por favor, tenga cuidado, soy paralítico.”- me rogó el hombrecillo de ojos tristes.
Lucía aniñado y rígido.  El torso normal del muchacho se prolongaba en unas piernas tronchadas tornando su presencia en algo carnavalesco.
Pero de todas las etapas, la de la mona fue la peor.  Enseguida de llegar, instalaron a la mona Canela en el fondo.  Le compraron una casita.  La ataron con una cadena.  Y como vivía cerca de un gomero, lo trepaba una y otra vez.  Entraba y salía de su guarida.  Mostraba los colmillos.  Daba volteretas.  Nadie imaginaría –al verla así de libre- atravesando el océano en una jaula.  Mi amiga se tomó la cosa muy a pecho.  Todos los días se veía la hirsuta cabellera flotando por el jardín.  Las raciones del animalito consistían en postres, chajás, bananas.  Los chillidos de la mona se oían enseguida. Agudos, espaciados y luego, intermitentes.  Sospecho que en esos tiempos, Canela se alimentaba mejor que cualquier habitante de la casa.
-“Estoy segura que fuiste vos…¿quién más le va a sacar el postre a Canela?” – se quejaba Valentina.
Pronto el fondo de convirtió en la visión de una batalla campal.  Papeles de caramelos.  Pedazos de tela.  Heces, plátanos.
Un buen día, el Sr. Zángamos resbaló sobre una cáscara de banana.  Con un bastón castigó al primate…mientras a mi amiga se le caían las lágrimas.  El episodio selló una etapa de odio entre Canela y el padre.  Apenas se veían, comenzaban los gritos y chillidos.  Iiii, ia ia ia.  Se mostraban los dientes, los ojos diminutos.
A uno de los integrantes de la familia le había dado por disfrazar a la monita.  De noche, supongo, se deslizaba en el jardín.  La visión de Canela disfrazada rayaba en lo grotesco.  Una mañana amanecimos con una bailarina de tutú rosa.  La hicieron bailar, darse vueltas.  La delicadeza del tutú contrastaba con los ademanes.  Se buscaba las liendres, se rascaba los pezones y axilas estirándose en el pasto.  Ejecutando piruetas.  Y el vaporoso vestido volaba por los aires.
Otra mañana nos esperaba un cocinero.  La cabeza coronada por un enorme sombrero.  El cuerpo raquítico envuelto en un delantal blanco.  Sujetaba un palo de amasar y por momentos, queriendo morderlo, sufría ataques de rabia.
Otras veces vestía algo más simple: un sombrero estrafalario.  Una sombrilla.  Una descomunal cartera.
De todas las vestimentas la del hada se destacaba.  Con unos tules celestes y una vara en forma de estrella.  Cada vez que rozaba algún objeto, agrandaba la trompa.  Y la susodicha profería unos gritos que acabarían con cualquier encantamiento.  Enfin, nos hallábamos ante tal versatilidad de atuendos que la familia despertaba preguntándose:
-¿De qué estará vestida hoy?
Pero como les contaba, el verdadero infierno comenzó cuando ataron a Canela a la casita.  No se trataba del mono disfrazado, ni de la mugre, ni de las payasadas.  Sino de un simple acto: el onanismo.  A veces, cuando descansaba el bicho, se oía un fuerte suspiro de alivio salir de todas las ventanas.
Imaginen las visitas.  La familia entera debía ensayar.  Actuar indiferencia, sorpresa, desagrado.
-“Pero, ¡qué lindo monito!”- exclamaba algún espontáneo.
Cuando el embarazoso movimiento se hacía más evidente…tratábamos de llamar la atención sobre un tema o el mobiliario…pero llegaba el instante fatídico en que se volvía inútil.  Al grotesco balanceo sobrevenía otro cuestionamiento.
-“¿Es mono o mona?”
Esta inquisición no siempre continuaba.  De vez en cuando se escuchaba un neutro:
-“Se llama Canela”- casi susurrado.
Hubo –en más de una oportunidad- un silencio incómodo seguido de una no tan discreta exclamación.
-“Pero, ¿qué hace?”
No faltaba el grosero que agregaba:
-“¿Siempre es asi?”
Silencio.  Ruido de vasos.  Toses.
Una tarde, la Sra. Zángamos tuvo la iniciativa de correr la cortina.  De ahí en más, a la menor señal de alarma, los invitados quedaban en la penumbra.   Ese día fatal, Valentina volvió a sollozar.
-“¡Me tienen harta! En esta casa no se puede vivir”
Al día siguiente, Valen y Can parecían dos mellizas.  Las dos disfrazadas de Mickey, con unas máscaras adaptables.  El cuerpo de mi amiga se acurrucaba y las dos daban volteretas.  Sacaban las trompa. Se rascaban y chillaban al unísono.  Valen no volvió a entrar.
En vano me enviaban a llevarle alimentos.  Tuvimos que atarla a la casita con una cadena.  Existía el peligro de que se resfriara si se iba por ahí. ¿O quiensabe? Quitarse la vida.  Espantar a la gente.  Que la aplastara un auto.
No tengo mucho más que contar ya que dejé de visitar a las monas.  Eso si, supe después por conocidos que las cortinas quedaron definitivamente corridas.  El jardín prácticamente clausurado.

jueves, 21 de julio de 2011

Hija del sol

Como regalo a todos mis amigos, los viejos y los nuevos. Porque la amistad es un bálsamo que aligera nuestros pasos. Y porque nunca nos falte el valor para buscar un nuevo amigo.
Paula Stewart
Hija del sol
Exploté: un cosquilleo se derramó por mis brazos.  Desconcertada no escuché los chasquidos del papel.  Sólo el rasguño de la tela abriéndose.  El viento mecía mi nuevo traje de encajes con su aliento cálido.  Los rayos del sol penetrándome por un sinfín de focos.  Unos  ojos azules me observaban abajo, ajenos al bullicio de mi mente despertando.  Oí el zumbido de unas abejas.   Sus diminutas dagas besándome a ratos.
Recordé aquellos días en el puesto de sombrillas del mercado.  Los distintos dialectos de la China.  Rebuznes y graznidos.  Chirridos de carros precarios.  Resbalando por la cera de mi piel,las gotas de vapor.  A veces cubriéndome de manchas de humedad que detestaba.  Cubierta de alpiste,exhalaba olor a ajo.  Un día una chinita me compró apodándome Inti.  Fui feliz hasta que la furia del viento arrasó con todo.  El cielo se zarandeaba a mi alrededor.  Deshaciéndose mi esqueleto.  Pero he vuelto a nacer y mi dueña Paz me acaricia una y otra vez.
Con mi dueña paseábamos días enteros por el campo.  Los árboles saludándonos.  Cuando nos acercábamos, estallaban las estelas de pájaros.  Al caer la noche, extenuada, no me importaba replegarme en el baúl porque estas visiones alegraban mi descanso.
Un muchacho llegó a tomar el té.  Desde entonces Paz no fue la de antes.  Desperdiciaba las mañanas maquillándose frente al espejo.  De noche la escuchaba reir en compañía del intruso.  Extenuada por esas veladas, sólo me prestaba atención por un momento.  Cuando no me dejaba tirada sobre un silla… presa delos arañazos de un caniche.
El la llenaba de regalos. ¿Cuándo volvería todo a la normalidad? Hoy casi terminé en le chiquero…arrastrada por este can insoportable.
¡Se casarán! Viviremos en Bélgica, le dijo. ¿Dónde quedará ese país?
Lo último que ví fueron sus ojos ahogados en lágrimas.  Noté sus manos crispadas aferrándose a mi broche de metal.
-"En Bélgica no hay sol" susurró
“¡Adiós Paz, adiós amiga! Ojalá seas feliz.”  Sentí mis brazos temblar un instante; luego cerrándose con fuerza contra mi columna, apiñándose los encajes.  Sola quedé en la oscuridad, una sombrilla para siempre cerrada.

jueves, 30 de junio de 2011

Hija de la vida

Hola amigos
En “El País” de los domingos del 19 de junio 2011 apareció un artículo titulado “Si aún estoy por algo es” donde nos cuentan la historia de vida de una anciana de 103 años de edad, Elbia García. Es admirable leer este testimonio de una mujer que sigue asistiendo a la universidad.  A ella le dedico este cuento y le doy las gracias por su ejemplo.
Hija de la vida
Paula Stewart

Estaban en la habitación del hotel, vamos a la rambla que es domingo, amorcito quedate quieta un rato ,apenas se desperezaba la calle Ramírez, Dios me casé con una hiperactiva,¿ te acordás que nos conocimos ahí?,y ya les golpeaban la puerta para el desayuno, ¿ cómo no me voy a acordar? estabas divina con esa capelina blanca, ¡te perseguí hasta que no tuviste más remedio que mirarme!, pícaro ¡te hiciste el que me conocías de Colonia!, toc toc toc, señora, toc toc, su almuerzo señora,¿dónde estoy?, en la Española,¿ ¡qué ¡?, se rompió la cadera y la acaban de operar.
Ahh  ella  recordaba. Tenía 98 años y estaba sola. No no no tengo hambre, los árboles se mecían en el campo esparciendo su perfume, Ah sí la leche tibia quería, hijita sebame el mate, un sinfín de ruidos amaneciendo por doquier, ¡pero toy ordeñando papi!, vení vos que sos mi preferida, la caldera chifla a lo lejos, voy papi, un timbre perfora los oídos, se complicó se complicó es muy viejita.
El cacareo de las gallinas mezclándose al llamado plañidero de las vaquitas, quiero ser maestra papá, Ay mija ¿porqué? no quiere casarse, el perfume a eucaliptus acariciando el aire, el tañir del balde en la cachimba, tira el balde de una vez hermana, el lomo del caballo arquéandose bajo su cuerpo diminuto.
Los gritos de la ambulancia rajaban la calle Blanes, no puede ser Juan Carlos no, señora tenemos que llevarlo, los vecinos acudiendo como pájaros negros frente a su puerta, ¿quiere que llamemos a sus hijos doña?, no pudieron tener repetían los pájaros, no me dejes amor.
Ella recordaba. Tenía 98 y un vacío…El frío de la mañana le hacía cosquillas en la piel, maestra buen día, ¿estudiaron hoy?,las risas rebotaban por el pequeño cuarto gris entibiándole el corazón, sí maestra, sí ,se salva.
Escuela 92 de Millán y Castro, la humedad colándose en la paredes,¿Julita , compañera, sos tú?, le daba miedo abrir los ojos ante esta aparición de su pasado, soy la hija de Julita y , el olor a alcohol mareaba en este hospital , tu amiga.
Entonces  recordó a esa hija de la vida. Había aparecido cuando se rompió el tobillo. Era todo para ella y estaba allí.

domingo, 15 de mayo de 2011

Una década después, la muerte de Bill Laden

Queridos amigos

En estos días el mundo se conmocionó con la noticia de la muerte de Bill Laden. Han transcurrido diez años desde 11-S. Muchas veces me pregunto cómo ha influído este hecho en las últimas elecciones norteamericanas, en la elección del primer presidente Obama. ¿Quién hubiese siquiera imaginado a un negro liderando esta nación? Este milagro ha sido posible debido a mucho dolor...nunca antes de estas elecciones hubo esta participación, sobretodo la de tanta gente joven. Las elecciones americanas transcurrían apáticas, en el silencio de la mayoría. ¿Quien hubiese imaginado también a esta potencia sumida en su peor crisis luego de la Gran Depresión?
Diez años atrás escribí este texto inspirada por el llanto de un joven empresario en el programa de "Larry King Live".

Ese hombre

Paula Stewart

Me pincho. Me pincho una y otra vez. Creo que disfruto sintiendo la puntada en la carne. Quiere decir que estoy vivo. La aguja envía el dolor que va trepándome por brazo hasta un lugar del cerebro que me ordena quitar el dedo. No recuerdo bien. ¿ Hemisferio derecho: instintos, emociones? Para impedir bloqueos tengo que llorar.
Lágrimas... lágrimas…lágrimas. Alguna vez leí que existe algo llamado mantras, imágenes o palabras que, al invocarlas, nos sanan. Por primera vez en mi vida percibo la torpeza de mis dedos al manipular la aguja. Las venas engrosadas por el esfuerzo desconocido que implica coser una camisa…Mi única camisa. Mis manos responden apenas. No recuerdo bien qué pasó con mis trajes, aquel armario repleto de sacos y zapatos acomodados ordenada y pulcramente. ¡Todo fue tan rápido! El costurero me lo prestó una vecina. Sobre la silla cuelga el saco prestado. Trato de recordar el hombre seguro y ejecutivo que fui. Existoso. Envidiado por muchos. Autos caros, mujer joven y hermosa. La mujer de tu vida…
El dedal refleja una cara enjuta. ¡Pero no! Ese es el otro. El ganador, el yuppie nunca cosió un botón. No tiene dolor de espaldas, a él no se le enriedan los dedos. Tu alter ego remienda ahora y experimenta desapego. El otro manejó ayer a su oficina de Wall Street apenas sujetando el volante, disfrutando del sol primaveral de Nueva York. Hasta que llegó a las Twin Towers en el momento preciso del choque del segundo avión. Era el 11 de setiembre 2001. Apenas podía creer lo que sus ojos veían. Los cuerpos lanzándose al aire. El humo brotando por doquier. La gente gritando. El llanto de las ambulancias. Los chirridos del derrumbe. El sofocante calor. Quedó paralizado. Sin aliento. Imaginó su empresa en llamas. Sus empleados atrapados en el piso noventa, abrasados. Los ascensores atascados de gente. Las familias que le llamaban preguntándole qué iban a hacer. Sintió una punzada de miedo recorrerle las entrañas. No, no, no. No podía estar pasando. Era una película de ciencia ficción…Tuvo que recibir a todos esos familiares los días siguientes al atentado. Explicarles uno a uno: Bancarrota. Quizás el gobierno se apiadaría de ellos. El sólo podía asistir a “Larry King Live”. Implorar por ayuda.
Prepárate. Antes de averiguar de tu quiebra van a atosigarte con llamados de Solos y solas, terapias, horóscopos. Van a ofrecerte las mil y una formas de encontrar una pareja. Vas a conocer el mercado de la soledad. Se te acercarán sombras en los bares gays, camperas de cuero negro, cadenas. Simularán rozarte por error. Lentos, espléndidos, musculosos, gatunos…Los torsos apenas cubiertos, las pieles brillantes. Y tú entre ellos. Fumando en un gesto descuidado, los ojos lánguidos, embuído en humo. Perfumes agrios, sudor, incienso. Masajes eróticos, velas, carnaval de Río. Un escaparate de belleza y color. Un preaviso de porno shops…¡Ni se te ocurra llevar a una mujer a esos antros! La mirarían con odio, celos, envidia. Te sentirás sapo de otro pozo. No importa. Vas a seguir intentando. Porque mírate bien: eres tú ese hombre que remienda su única camisa llorando secamente en la penumbra. Y no quieres, ¿verdad? Suficiente. Además, los hombres no lloran. Cada noche devendrá un desafío diferente: contactar a esa psicóloga, hablar de tu “problema”, escuchar a otros en terapia de grupo. Sonreirás un poco. Tratarás de caer simpático. No desperdiciarás oportunidad para hacerte amigas nuevas. Te pondrás esa única camisa debajo del saco prestado, abrirás el cuello para verte sexy. Quizás hasta te cuelgues uno de esos collares con amuletos. Coleccionarás números telefónicos, anécdotas graciosas. Estarás al tanto de los lugares de moda. Tomarás curso de tango. El baile ideal para tu estado de ánimo. Te compenetrarás fácilmente con el aire solemne, las notas amargas. Se te cansarán los brazos de tanto apretar desconocidas cinturas. Te abrazarás a la botella para olvidar al menos unas horas. Después, poco a poco, irás presentándote a entrevistas. Empezarás de abajo. Pagarás el alquiler de un edificio mediocre. Una mañana cualquiera, luego de abrir las persianas, lograrás abrir el diario sin que se te haga ese nudo en la garganta.

viernes, 29 de abril de 2011

En honor al casamiento real de hoy, una historia de amor "viejo" basada en un hecho real

Queridas amigas y algunos amigos
En vista de la convulsión que está causando el casamiento de Catalina Midelton con el hijo del príncipe Carlos, un amor entre dos jóvenes que comienzan una vida juntos, traigo este cuento hoy. Una ceremonia  observada alrededor de todo el mundo no deja de tener relevancia. Como contrapartida, un hecho casi insignificante como la muerte de una anciana al explotar un volcán... lo que les presento hoy. Una historia de amor joven y otra de amor "viejo". Dos hechos que fueron escuchados y leídos a nivel mundial. Pero una vida que se extingue- sin causar revuelos- y que dista mucho de la Realeza.

"Olvido en Chaitén"
Paula Stewart
María Olvido miraba su jardín cubierto de cenizas, el humo irrespirable, a  Cándida su vecina más fea que nunca, la dentadura desprolija, gorda, apoyada en su hija, qué envidia. La radio había anunciado la erupción del volcán de 0.8 grados en la escala Ritcher. Era el 17 de mayo, hacía quince días despertó de madrugada oliendo la acritud de las cenizas, ni siquiera un llamada de Santiago, sus hijos solterones desconsiderados, egoístas. Todo Chile sabía ahora lo de la lava descendiendo. ¿Debería evacuar su casa? tanto que le había costado arreglarla después de la muerte de Oscar su marido. Ella también se había mantenido coqueta, flaca, sin esas desagradables barrigas. Sólo que había olvidado a Oscar, su memoria se había vaciado de él. La tierra temblaba bajo sus pies, sacudía su envidia, estremecidas sus flores y plantas bajo la mirada de angustia. No huiría del Michimahuida. No le importaban el quejido del volcán ni el mugido de las vacas ni el silbido de su propia respiración. No se marcharía a Puerto Montt. Por la acera caminaba la gente liderada por los policías.
El pico de la montaña se entreveía apenas a través de la niebla. El día húmedo, viscoso, sofocante. Una serpentina de humo ondulaba desde el centro, seduciendo. Como una serpiente al son de la flauta, el ensordecedor gorgojeo que escupe el cráter. Un vómito de vapor salía de las mil fisuras ocultando el abismo. El hedor a sulfuro se disparaba junto con el humo negro. Una lluvia de piedras seguía, piedras de unos cuarenta kilos que caían estrepitosamente. La lava brillaba ahora como una llaga de fístulas-burbujas que pujaban por rebasar la herida. La voraz garganta gruñía, silbaba, quejándose. Un penacho de fuego líquido se elevaba al cielo. Dos veces más alto que la montaña, rajando el cielo negro. El sol se había borrado. Todo quedaba a oscuras. Salvo por esa lava anaranjada que ahora rebasaba de la boca jadeante. Cada doce minutos el gigante emitía su aliento.  Turbio, tórrido, amenazante. El río hirviente se deslizaba ígneo, espeso, lento, destruyendo cuanto hallaba a su paso. Cubriéndolo todo con su manto de muerte.
De pronto un hombre llevando una mascarilla se detuvo frente a su jardín. Sin entender porqué María Olvido vomitó sobre su pasto gris. ¿Por qué sentía furia? Ni siquiera el volcán le asustaba. Su pecho ahogaba su corazón de noventa y dos años. Desde la casa un periodista radial aseguraba que se trataba del despertar del volcán de Chaitén. Su volcán, a diez kilómetros, su rabia explotando.
Un policía la arrastró hasta la columna de personas que corría hacia las embarcaciones. No, no quería colocarse esa mascarilla. Hijos de la gran puta, gritaba, desgraciados, escupía, no me coloquen esa máscara, hijos de puta. Se halló en uno de los barcos a regañadientes. Cálmese, oía en la oscuridad , la salvamos. Entonces recordó, hacía veinte años irrumpieron unos hombres encapuchados en su domicilio. Tomaron a Oscar sujetándolo en el piso. Se defendía, pequeño, moreno, la nariz aguileña fruncida. Un hedor a miedo se desprendía de su cuerpo. No,los brazos, no, la cara, no. Oscar escupía, gemía. Le asestaron un golpe de fusil. Un penacho escarlata brotó de su cráneo cubriendo el parquet.
El corazón de María Olvido dejó de latir.

lunes, 25 de abril de 2011

De cómo un cuento nos moviliza y hace reflexionar

Hola amigas
Esta es la primera vez que me pongo a escribirles en este blog. Hoy inauguro este sitio para reflexionar sobre temas relacionados a la salud y por qué no? a la mujer. Este cuento "Delgadina se llamaba" lo escribí hace muchos años y nos atañe a todas. Quién no ha sufrido alguna época de anorexia en su vida? Creo que una de cada tres mujeres, en algun momento, padece de este mal (o de bulimia, lo que es similar). Asi que esta historia, queridas amigas, se las pueden leer a sus hijas  pequeñas, adolescentes o no tan tanto.


Delgadina se llamaba

En los confines de una tierra de abalorios y alhelíes se levantaba un castillo. Los monarcas eran muy, muy felices...sólo que no lograban tener hijos. Tanto y tanto deseaban uno! Hicieron cuanto les aconsejaban los magos : andar a la luz de la luna llevando velas que se reflejaran dentro de copas. Arrojar chalupas al agua desflorándose sus guirnaldas mientras se estremecían las aguas; dentro de la barcaza, la imagen del recién nacido moldeado en ceras y encajes. Llevar querubines alados en los bolsillos estrujándolos cincuenta veces al día mientras rezaban despacito...Finalmente, la reina quedó encinta y no hubo embarazo más deseado. Apacible, la mujer descansaba a toda hora en lechos de flores, los bufones arrancándole sonrisas. Mas su vientre se henchía muy poco y dio a luz una minucia. El cuerpito ajuncado se enroscaba en las manos de las sirvientas confundiéndose con los dedos. Tan fina era Delgadina que no podían encontrarle pañales. La cuna quedábale tan amplia que debieron dividirla en compartimentos y terminaron paseándola adentro del estuche de una pluma. Así que la pequeña andaba siempre manchada de tinta, a punto de intoxicarse.En varias oportunidades, el jardinero del reino la hubiese arrojado a la basura creyéndola una lombriz. Los animales del jardín la veían lagartija, intentaban devorarla. Pronto Del aprendió a arrastrarse velozmente para zafarse de los picos de las aves, haciéndose amiga de caracoles y ciempiés -las babosas la despreciaban por insulsa. A pesar de los avatares, de salvarse continuamente de las garras de la muerte, ella crecía feliz. Los reyes, amargados por las desgracias de su hija, optaron por construirle una bella jaula. No se expondría así a tantos peligros. Pero la chiquita se deprimió mucho y perdió peso asustándose los que la querían. Ocurrióseles amarrarla por los tobillos a un lugar donde no accedieran los animales. Al aire libre, los días que no llovía, era fantástico. Pero apenas se asomaba una tormenta, la desencadenaban para traerla al palacio. El viento la suspendía en el cielo, lastimándole los tobillos.Llenándola de llagas.La pequeña laucha no se quejaba nunca pero sus padres sufrían por su suerte. En otros tiempos hubiera podido formar parte de un circo, de un tren fantasma. La niña voladora. Serpentina viviente. Medio niña, medio lombriz. Mas no era ése su destino.
Por último, probaron alimentarla con frutas secas: higos, pasas,ciruelas. Mieles y dulces. Poco a poco engordó. Su trasero se ensanchó llegando casi al tamaño de un ser normal y pudo sentarse a la mesa. Aún tan fina que la creían una lámina, debiendo alimentarla en la boca cuando se cansaba. Delgadina, viéndose entre otros humanos y queriendo parecerse a ellos...comía y comía. Englutía a  veces, tomándole afición a los manjares y comidas. Sus brazos le pendían, los rollos se agigantaban. Hubo de dejar los corsés para vestir túnicas holgadas. Su volumen se tornó inesperado. Día a día aumentaba su tamaño...mas sus padres, viéndola a salvo, daban gracias a Dios. El problema sobrevino cuando siguió creciendo hacia arriba sobrevolando las cúspides del palacio. Tan fuerte y alta, tan inalcanzable que desecharon la idea de desposarla. Pronto, el rostro de la princesa se convirtió en un enigma. Las papadas y pliegues de grasa lo escondían del escrutinio de las miradas curiosas. El Reino entero se favoreció con la Gran Del  convirtiéndose en una atracción turística. Los visitantes llegaban de todas partes y la afluencia de gentes no cesaba para ver aquella  masa humana.


Los reyes desesperados por el alejamiento de su hija acudieron nuevamente a los magos por otro encantamiento. Volvieron a pasearse a la luz de la luna. A pasar interminables tardes y ventiscos frente al mar mirando bracos y velas...Mas los hechiceros les advirtieron que la princesa habíase fortalecido mucho y podía deshacer cualquier embrujo. El resultado, inesperado. A los pocos días, la frondosa figura de la muchacha habíase borrado de los confines de esa tierra. No se supo sino mucho después que habíase trasladado a otras tierras donde muerta de amor por otro gigante mozo, contrayó nupcias. En una tierra de figuras gigantescas, Valentino la halló tremendamente bella y noble. Así que la pareja vivió feliz y comió más de lo usual de perdiz.