domingo, 15 de mayo de 2011

Una década después, la muerte de Bill Laden

Queridos amigos

En estos días el mundo se conmocionó con la noticia de la muerte de Bill Laden. Han transcurrido diez años desde 11-S. Muchas veces me pregunto cómo ha influído este hecho en las últimas elecciones norteamericanas, en la elección del primer presidente Obama. ¿Quién hubiese siquiera imaginado a un negro liderando esta nación? Este milagro ha sido posible debido a mucho dolor...nunca antes de estas elecciones hubo esta participación, sobretodo la de tanta gente joven. Las elecciones americanas transcurrían apáticas, en el silencio de la mayoría. ¿Quien hubiese imaginado también a esta potencia sumida en su peor crisis luego de la Gran Depresión?
Diez años atrás escribí este texto inspirada por el llanto de un joven empresario en el programa de "Larry King Live".

Ese hombre

Paula Stewart

Me pincho. Me pincho una y otra vez. Creo que disfruto sintiendo la puntada en la carne. Quiere decir que estoy vivo. La aguja envía el dolor que va trepándome por brazo hasta un lugar del cerebro que me ordena quitar el dedo. No recuerdo bien. ¿ Hemisferio derecho: instintos, emociones? Para impedir bloqueos tengo que llorar.
Lágrimas... lágrimas…lágrimas. Alguna vez leí que existe algo llamado mantras, imágenes o palabras que, al invocarlas, nos sanan. Por primera vez en mi vida percibo la torpeza de mis dedos al manipular la aguja. Las venas engrosadas por el esfuerzo desconocido que implica coser una camisa…Mi única camisa. Mis manos responden apenas. No recuerdo bien qué pasó con mis trajes, aquel armario repleto de sacos y zapatos acomodados ordenada y pulcramente. ¡Todo fue tan rápido! El costurero me lo prestó una vecina. Sobre la silla cuelga el saco prestado. Trato de recordar el hombre seguro y ejecutivo que fui. Existoso. Envidiado por muchos. Autos caros, mujer joven y hermosa. La mujer de tu vida…
El dedal refleja una cara enjuta. ¡Pero no! Ese es el otro. El ganador, el yuppie nunca cosió un botón. No tiene dolor de espaldas, a él no se le enriedan los dedos. Tu alter ego remienda ahora y experimenta desapego. El otro manejó ayer a su oficina de Wall Street apenas sujetando el volante, disfrutando del sol primaveral de Nueva York. Hasta que llegó a las Twin Towers en el momento preciso del choque del segundo avión. Era el 11 de setiembre 2001. Apenas podía creer lo que sus ojos veían. Los cuerpos lanzándose al aire. El humo brotando por doquier. La gente gritando. El llanto de las ambulancias. Los chirridos del derrumbe. El sofocante calor. Quedó paralizado. Sin aliento. Imaginó su empresa en llamas. Sus empleados atrapados en el piso noventa, abrasados. Los ascensores atascados de gente. Las familias que le llamaban preguntándole qué iban a hacer. Sintió una punzada de miedo recorrerle las entrañas. No, no, no. No podía estar pasando. Era una película de ciencia ficción…Tuvo que recibir a todos esos familiares los días siguientes al atentado. Explicarles uno a uno: Bancarrota. Quizás el gobierno se apiadaría de ellos. El sólo podía asistir a “Larry King Live”. Implorar por ayuda.
Prepárate. Antes de averiguar de tu quiebra van a atosigarte con llamados de Solos y solas, terapias, horóscopos. Van a ofrecerte las mil y una formas de encontrar una pareja. Vas a conocer el mercado de la soledad. Se te acercarán sombras en los bares gays, camperas de cuero negro, cadenas. Simularán rozarte por error. Lentos, espléndidos, musculosos, gatunos…Los torsos apenas cubiertos, las pieles brillantes. Y tú entre ellos. Fumando en un gesto descuidado, los ojos lánguidos, embuído en humo. Perfumes agrios, sudor, incienso. Masajes eróticos, velas, carnaval de Río. Un escaparate de belleza y color. Un preaviso de porno shops…¡Ni se te ocurra llevar a una mujer a esos antros! La mirarían con odio, celos, envidia. Te sentirás sapo de otro pozo. No importa. Vas a seguir intentando. Porque mírate bien: eres tú ese hombre que remienda su única camisa llorando secamente en la penumbra. Y no quieres, ¿verdad? Suficiente. Además, los hombres no lloran. Cada noche devendrá un desafío diferente: contactar a esa psicóloga, hablar de tu “problema”, escuchar a otros en terapia de grupo. Sonreirás un poco. Tratarás de caer simpático. No desperdiciarás oportunidad para hacerte amigas nuevas. Te pondrás esa única camisa debajo del saco prestado, abrirás el cuello para verte sexy. Quizás hasta te cuelgues uno de esos collares con amuletos. Coleccionarás números telefónicos, anécdotas graciosas. Estarás al tanto de los lugares de moda. Tomarás curso de tango. El baile ideal para tu estado de ánimo. Te compenetrarás fácilmente con el aire solemne, las notas amargas. Se te cansarán los brazos de tanto apretar desconocidas cinturas. Te abrazarás a la botella para olvidar al menos unas horas. Después, poco a poco, irás presentándote a entrevistas. Empezarás de abajo. Pagarás el alquiler de un edificio mediocre. Una mañana cualquiera, luego de abrir las persianas, lograrás abrir el diario sin que se te haga ese nudo en la garganta.