jueves, 21 de julio de 2011

Hija del sol

Como regalo a todos mis amigos, los viejos y los nuevos. Porque la amistad es un bálsamo que aligera nuestros pasos. Y porque nunca nos falte el valor para buscar un nuevo amigo.
Paula Stewart
Hija del sol
Exploté: un cosquilleo se derramó por mis brazos.  Desconcertada no escuché los chasquidos del papel.  Sólo el rasguño de la tela abriéndose.  El viento mecía mi nuevo traje de encajes con su aliento cálido.  Los rayos del sol penetrándome por un sinfín de focos.  Unos  ojos azules me observaban abajo, ajenos al bullicio de mi mente despertando.  Oí el zumbido de unas abejas.   Sus diminutas dagas besándome a ratos.
Recordé aquellos días en el puesto de sombrillas del mercado.  Los distintos dialectos de la China.  Rebuznes y graznidos.  Chirridos de carros precarios.  Resbalando por la cera de mi piel,las gotas de vapor.  A veces cubriéndome de manchas de humedad que detestaba.  Cubierta de alpiste,exhalaba olor a ajo.  Un día una chinita me compró apodándome Inti.  Fui feliz hasta que la furia del viento arrasó con todo.  El cielo se zarandeaba a mi alrededor.  Deshaciéndose mi esqueleto.  Pero he vuelto a nacer y mi dueña Paz me acaricia una y otra vez.
Con mi dueña paseábamos días enteros por el campo.  Los árboles saludándonos.  Cuando nos acercábamos, estallaban las estelas de pájaros.  Al caer la noche, extenuada, no me importaba replegarme en el baúl porque estas visiones alegraban mi descanso.
Un muchacho llegó a tomar el té.  Desde entonces Paz no fue la de antes.  Desperdiciaba las mañanas maquillándose frente al espejo.  De noche la escuchaba reir en compañía del intruso.  Extenuada por esas veladas, sólo me prestaba atención por un momento.  Cuando no me dejaba tirada sobre un silla… presa delos arañazos de un caniche.
El la llenaba de regalos. ¿Cuándo volvería todo a la normalidad? Hoy casi terminé en le chiquero…arrastrada por este can insoportable.
¡Se casarán! Viviremos en Bélgica, le dijo. ¿Dónde quedará ese país?
Lo último que ví fueron sus ojos ahogados en lágrimas.  Noté sus manos crispadas aferrándose a mi broche de metal.
-"En Bélgica no hay sol" susurró
“¡Adiós Paz, adiós amiga! Ojalá seas feliz.”  Sentí mis brazos temblar un instante; luego cerrándose con fuerza contra mi columna, apiñándose los encajes.  Sola quedé en la oscuridad, una sombrilla para siempre cerrada.