viernes, 29 de abril de 2011

En honor al casamiento real de hoy, una historia de amor "viejo" basada en un hecho real

Queridas amigas y algunos amigos
En vista de la convulsión que está causando el casamiento de Catalina Midelton con el hijo del príncipe Carlos, un amor entre dos jóvenes que comienzan una vida juntos, traigo este cuento hoy. Una ceremonia  observada alrededor de todo el mundo no deja de tener relevancia. Como contrapartida, un hecho casi insignificante como la muerte de una anciana al explotar un volcán... lo que les presento hoy. Una historia de amor joven y otra de amor "viejo". Dos hechos que fueron escuchados y leídos a nivel mundial. Pero una vida que se extingue- sin causar revuelos- y que dista mucho de la Realeza.

"Olvido en Chaitén"
Paula Stewart
María Olvido miraba su jardín cubierto de cenizas, el humo irrespirable, a  Cándida su vecina más fea que nunca, la dentadura desprolija, gorda, apoyada en su hija, qué envidia. La radio había anunciado la erupción del volcán de 0.8 grados en la escala Ritcher. Era el 17 de mayo, hacía quince días despertó de madrugada oliendo la acritud de las cenizas, ni siquiera un llamada de Santiago, sus hijos solterones desconsiderados, egoístas. Todo Chile sabía ahora lo de la lava descendiendo. ¿Debería evacuar su casa? tanto que le había costado arreglarla después de la muerte de Oscar su marido. Ella también se había mantenido coqueta, flaca, sin esas desagradables barrigas. Sólo que había olvidado a Oscar, su memoria se había vaciado de él. La tierra temblaba bajo sus pies, sacudía su envidia, estremecidas sus flores y plantas bajo la mirada de angustia. No huiría del Michimahuida. No le importaban el quejido del volcán ni el mugido de las vacas ni el silbido de su propia respiración. No se marcharía a Puerto Montt. Por la acera caminaba la gente liderada por los policías.
El pico de la montaña se entreveía apenas a través de la niebla. El día húmedo, viscoso, sofocante. Una serpentina de humo ondulaba desde el centro, seduciendo. Como una serpiente al son de la flauta, el ensordecedor gorgojeo que escupe el cráter. Un vómito de vapor salía de las mil fisuras ocultando el abismo. El hedor a sulfuro se disparaba junto con el humo negro. Una lluvia de piedras seguía, piedras de unos cuarenta kilos que caían estrepitosamente. La lava brillaba ahora como una llaga de fístulas-burbujas que pujaban por rebasar la herida. La voraz garganta gruñía, silbaba, quejándose. Un penacho de fuego líquido se elevaba al cielo. Dos veces más alto que la montaña, rajando el cielo negro. El sol se había borrado. Todo quedaba a oscuras. Salvo por esa lava anaranjada que ahora rebasaba de la boca jadeante. Cada doce minutos el gigante emitía su aliento.  Turbio, tórrido, amenazante. El río hirviente se deslizaba ígneo, espeso, lento, destruyendo cuanto hallaba a su paso. Cubriéndolo todo con su manto de muerte.
De pronto un hombre llevando una mascarilla se detuvo frente a su jardín. Sin entender porqué María Olvido vomitó sobre su pasto gris. ¿Por qué sentía furia? Ni siquiera el volcán le asustaba. Su pecho ahogaba su corazón de noventa y dos años. Desde la casa un periodista radial aseguraba que se trataba del despertar del volcán de Chaitén. Su volcán, a diez kilómetros, su rabia explotando.
Un policía la arrastró hasta la columna de personas que corría hacia las embarcaciones. No, no quería colocarse esa mascarilla. Hijos de la gran puta, gritaba, desgraciados, escupía, no me coloquen esa máscara, hijos de puta. Se halló en uno de los barcos a regañadientes. Cálmese, oía en la oscuridad , la salvamos. Entonces recordó, hacía veinte años irrumpieron unos hombres encapuchados en su domicilio. Tomaron a Oscar sujetándolo en el piso. Se defendía, pequeño, moreno, la nariz aguileña fruncida. Un hedor a miedo se desprendía de su cuerpo. No,los brazos, no, la cara, no. Oscar escupía, gemía. Le asestaron un golpe de fusil. Un penacho escarlata brotó de su cráneo cubriendo el parquet.
El corazón de María Olvido dejó de latir.

lunes, 25 de abril de 2011

De cómo un cuento nos moviliza y hace reflexionar

Hola amigas
Esta es la primera vez que me pongo a escribirles en este blog. Hoy inauguro este sitio para reflexionar sobre temas relacionados a la salud y por qué no? a la mujer. Este cuento "Delgadina se llamaba" lo escribí hace muchos años y nos atañe a todas. Quién no ha sufrido alguna época de anorexia en su vida? Creo que una de cada tres mujeres, en algun momento, padece de este mal (o de bulimia, lo que es similar). Asi que esta historia, queridas amigas, se las pueden leer a sus hijas  pequeñas, adolescentes o no tan tanto.


Delgadina se llamaba

En los confines de una tierra de abalorios y alhelíes se levantaba un castillo. Los monarcas eran muy, muy felices...sólo que no lograban tener hijos. Tanto y tanto deseaban uno! Hicieron cuanto les aconsejaban los magos : andar a la luz de la luna llevando velas que se reflejaran dentro de copas. Arrojar chalupas al agua desflorándose sus guirnaldas mientras se estremecían las aguas; dentro de la barcaza, la imagen del recién nacido moldeado en ceras y encajes. Llevar querubines alados en los bolsillos estrujándolos cincuenta veces al día mientras rezaban despacito...Finalmente, la reina quedó encinta y no hubo embarazo más deseado. Apacible, la mujer descansaba a toda hora en lechos de flores, los bufones arrancándole sonrisas. Mas su vientre se henchía muy poco y dio a luz una minucia. El cuerpito ajuncado se enroscaba en las manos de las sirvientas confundiéndose con los dedos. Tan fina era Delgadina que no podían encontrarle pañales. La cuna quedábale tan amplia que debieron dividirla en compartimentos y terminaron paseándola adentro del estuche de una pluma. Así que la pequeña andaba siempre manchada de tinta, a punto de intoxicarse.En varias oportunidades, el jardinero del reino la hubiese arrojado a la basura creyéndola una lombriz. Los animales del jardín la veían lagartija, intentaban devorarla. Pronto Del aprendió a arrastrarse velozmente para zafarse de los picos de las aves, haciéndose amiga de caracoles y ciempiés -las babosas la despreciaban por insulsa. A pesar de los avatares, de salvarse continuamente de las garras de la muerte, ella crecía feliz. Los reyes, amargados por las desgracias de su hija, optaron por construirle una bella jaula. No se expondría así a tantos peligros. Pero la chiquita se deprimió mucho y perdió peso asustándose los que la querían. Ocurrióseles amarrarla por los tobillos a un lugar donde no accedieran los animales. Al aire libre, los días que no llovía, era fantástico. Pero apenas se asomaba una tormenta, la desencadenaban para traerla al palacio. El viento la suspendía en el cielo, lastimándole los tobillos.Llenándola de llagas.La pequeña laucha no se quejaba nunca pero sus padres sufrían por su suerte. En otros tiempos hubiera podido formar parte de un circo, de un tren fantasma. La niña voladora. Serpentina viviente. Medio niña, medio lombriz. Mas no era ése su destino.
Por último, probaron alimentarla con frutas secas: higos, pasas,ciruelas. Mieles y dulces. Poco a poco engordó. Su trasero se ensanchó llegando casi al tamaño de un ser normal y pudo sentarse a la mesa. Aún tan fina que la creían una lámina, debiendo alimentarla en la boca cuando se cansaba. Delgadina, viéndose entre otros humanos y queriendo parecerse a ellos...comía y comía. Englutía a  veces, tomándole afición a los manjares y comidas. Sus brazos le pendían, los rollos se agigantaban. Hubo de dejar los corsés para vestir túnicas holgadas. Su volumen se tornó inesperado. Día a día aumentaba su tamaño...mas sus padres, viéndola a salvo, daban gracias a Dios. El problema sobrevino cuando siguió creciendo hacia arriba sobrevolando las cúspides del palacio. Tan fuerte y alta, tan inalcanzable que desecharon la idea de desposarla. Pronto, el rostro de la princesa se convirtió en un enigma. Las papadas y pliegues de grasa lo escondían del escrutinio de las miradas curiosas. El Reino entero se favoreció con la Gran Del  convirtiéndose en una atracción turística. Los visitantes llegaban de todas partes y la afluencia de gentes no cesaba para ver aquella  masa humana.


Los reyes desesperados por el alejamiento de su hija acudieron nuevamente a los magos por otro encantamiento. Volvieron a pasearse a la luz de la luna. A pasar interminables tardes y ventiscos frente al mar mirando bracos y velas...Mas los hechiceros les advirtieron que la princesa habíase fortalecido mucho y podía deshacer cualquier embrujo. El resultado, inesperado. A los pocos días, la frondosa figura de la muchacha habíase borrado de los confines de esa tierra. No se supo sino mucho después que habíase trasladado a otras tierras donde muerta de amor por otro gigante mozo, contrayó nupcias. En una tierra de figuras gigantescas, Valentino la halló tremendamente bella y noble. Así que la pareja vivió feliz y comió más de lo usual de perdiz.